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                        Humanismo impenitente
                                                                                
                                                                            
                    Humanismo impenitente
                                                                        
                                
                            
                            El humanismo estriba en la convicción de que el hombre es inventor y garante de los valores; de que el individuo es el sujeto de la opción moral, basada en la libertad e inspirada por la razón.
El humanismo sostiene que los hombres no tienen la obligación de cumplir los designios de los dioses ni son el simple juguete de la necesidad natural o histórica: deben concederse unos a otros su dignidad propia y buscar con armonía, pero también con audacia, la felicidad terrenal.
Brotadas en el Renacimiento y acrisoladas en la ilustración, estas ideas han tropezado con el descrédito en el decurso de nuestro siglo.
Se las considera fruto del idealismo racionalista burgués y se anuncia la buena nueva del final del sujeto y del advenimiento de los automatismos impersonales del inconsciente, el significante, el capital, etc....
Este libro marcha abiertamente en contra de este descrédito del humanismo.
El autor parte de una ética considerada como ilustración del amor propio (de aquí su enfrentamiento con moralistas de corte jansenista, como la Rochefoucauld o Pascal) y estudia el significado del término humanidad en nuestro final de siglo.
Dedica especial atención a la polémica sobre el humanismo entre Sartre y Heidegger, pues considera a este último, en gran medida, como líder teórico de la actitud antihumanista contemporánea.
Estudia las perspectivas morales del mundo post-comunista y otras cuestiones de razón práctica, como el estado clínico en que vivimos, los derechos de los animales o la función metafísica del dinero.
Concluye preguntándose acerca de si existe, desde el punto de vista humanista, alguna religión no meramente supersticiosa.
                    El humanismo sostiene que los hombres no tienen la obligación de cumplir los designios de los dioses ni son el simple juguete de la necesidad natural o histórica: deben concederse unos a otros su dignidad propia y buscar con armonía, pero también con audacia, la felicidad terrenal.
Brotadas en el Renacimiento y acrisoladas en la ilustración, estas ideas han tropezado con el descrédito en el decurso de nuestro siglo.
Se las considera fruto del idealismo racionalista burgués y se anuncia la buena nueva del final del sujeto y del advenimiento de los automatismos impersonales del inconsciente, el significante, el capital, etc....
Este libro marcha abiertamente en contra de este descrédito del humanismo.
El autor parte de una ética considerada como ilustración del amor propio (de aquí su enfrentamiento con moralistas de corte jansenista, como la Rochefoucauld o Pascal) y estudia el significado del término humanidad en nuestro final de siglo.
Dedica especial atención a la polémica sobre el humanismo entre Sartre y Heidegger, pues considera a este último, en gran medida, como líder teórico de la actitud antihumanista contemporánea.
Estudia las perspectivas morales del mundo post-comunista y otras cuestiones de razón práctica, como el estado clínico en que vivimos, los derechos de los animales o la función metafísica del dinero.
Concluye preguntándose acerca de si existe, desde el punto de vista humanista, alguna religión no meramente supersticiosa.
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