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Calendas griegas

Calendas griegas
El autor, inicialmente, había elegido para éstos, sus últimos o penúltimos escritos, un destino de samizdat subterráneo; pero acepta ahora, disciplinadamente, la obligación de someterse una vez más a las juiciosas -acaso santas-banderas de la sociedad literaria, y exhibirse, de esta forma, hasta el fin. La ironía un tanto amarga de esta confesión de Bufalino se refiere a su inicial voluntad de difundir esta singular fantasía autobiográfica entre unos pocos amigos, restringiéndola a unas cuantas copias: lo que él llamaba un samizdat subterráneo . Pero alguno de esos happy few hizo pública la buena nueva, y el libro salió a la luz, aunque sin perder un ápice de su aire algo secreto, de su elegancia sutil, que aquí supera incluso a la de las anteriores obras de Bufalino.
Y, de todas formas, no es necesario ser ingenuo: Bufalino sabe exhibirse como pocos estarían en condiciones de intentarlo; y lo hace bajo la forma de la autobiografía de un fantasma, de una entidad en la que lo real y lo ficticio se tejen indiscerniblemente. Frente a la rutinaria efusión autobiográfica, con la que muchos autores suelen repetir como si fueran novedosas las experiencias que -en mayor o menor grado- todos hemos vivido, Bufalino descarta todo sentimentalismo de la memoria para establecerse en el juego sublime del ensanchamiento literario de la experiencia; empezando desde el título - calendas griegas se dice de los días imposibles, de lo que nunca sucederá- y concretándolo en la minuciosa construcción formal del relato: los cambios de narrador, las incrustaciones de diálogos dramáticos y de novela epistolar, la división de los capítulos según las populares estampas que representan las diversas edades del hombre.
Aquí los recuerdos de infancia, la iniciación sexual, el servicio militar durante la guerra, la experiencia del fascismo, el amor, la larga convalecencia, el regreso a Sicilia, la vejez, los libros... tienen a un tiempo la fuerza tenuemente melancólica de lo vivido (o, tratándose de Bufalino: de lo que parece realmente vivido) y la seducción inquietante de su doble: la fábula, lo soñado, lo imaginado, lo fingido, lo que se trama en el trabajo artístico de la escritura.
Y, de todas formas, no es necesario ser ingenuo: Bufalino sabe exhibirse como pocos estarían en condiciones de intentarlo; y lo hace bajo la forma de la autobiografía de un fantasma, de una entidad en la que lo real y lo ficticio se tejen indiscerniblemente. Frente a la rutinaria efusión autobiográfica, con la que muchos autores suelen repetir como si fueran novedosas las experiencias que -en mayor o menor grado- todos hemos vivido, Bufalino descarta todo sentimentalismo de la memoria para establecerse en el juego sublime del ensanchamiento literario de la experiencia; empezando desde el título - calendas griegas se dice de los días imposibles, de lo que nunca sucederá- y concretándolo en la minuciosa construcción formal del relato: los cambios de narrador, las incrustaciones de diálogos dramáticos y de novela epistolar, la división de los capítulos según las populares estampas que representan las diversas edades del hombre.
Aquí los recuerdos de infancia, la iniciación sexual, el servicio militar durante la guerra, la experiencia del fascismo, el amor, la larga convalecencia, el regreso a Sicilia, la vejez, los libros... tienen a un tiempo la fuerza tenuemente melancólica de lo vivido (o, tratándose de Bufalino: de lo que parece realmente vivido) y la seducción inquietante de su doble: la fábula, lo soñado, lo imaginado, lo fingido, lo que se trama en el trabajo artístico de la escritura.
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