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Argos el ciego

Argos el ciego
Perdida por timidez la ocasión de morir, un escritor infeliz decide curarse escribiendo un libro feliz. Pide su argumento, según costumbre, a los cien ojos de la memoria y a las lisonjas de la juventud.
Así empieza Argos el ciego, la segunda novela de Gesualdo Bufalino tras la fulgurante revelación de Perorata del apestado, publicada también en esta colección.
El narrador, asediado por el invierno en un hotel de Roma, evoca, para curarse de sus accesos de angustia, antiguas aventuras en el corazón del Sur, en tiempos de su juventud. Resulta así un desdoblamiento en dos ciudades y edades distintas, con máscaras alternas, en vaivenes entre abandono e impostura, entre desahogos ingenuos y astutos desvaríos. Un diario-novela que puede leerse como balada de las damas de antaño, o como mea culpa de un viaje que vanamente se obstina a promover en leyenda, mediante hilarotrágicos engranajes de palabras, su pobre vita nuova .
Libro rico como una cantera, fulgurante de gemas... Toca cuerdas de indeleble ternura, pero también de dulce ironía, de divertimento adolescente, de patética bufonería, de amorosa malicia senil. (Nicola Muschitello, Manifesto)
Así empieza Argos el ciego, la segunda novela de Gesualdo Bufalino tras la fulgurante revelación de Perorata del apestado, publicada también en esta colección.
El narrador, asediado por el invierno en un hotel de Roma, evoca, para curarse de sus accesos de angustia, antiguas aventuras en el corazón del Sur, en tiempos de su juventud. Resulta así un desdoblamiento en dos ciudades y edades distintas, con máscaras alternas, en vaivenes entre abandono e impostura, entre desahogos ingenuos y astutos desvaríos. Un diario-novela que puede leerse como balada de las damas de antaño, o como mea culpa de un viaje que vanamente se obstina a promover en leyenda, mediante hilarotrágicos engranajes de palabras, su pobre vita nuova .
Libro rico como una cantera, fulgurante de gemas... Toca cuerdas de indeleble ternura, pero también de dulce ironía, de divertimento adolescente, de patética bufonería, de amorosa malicia senil. (Nicola Muschitello, Manifesto)
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