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                        Albertine desaparecida
                                                                                
                                                                            
                    Albertine desaparecida
                                                                        
                                
                            
                            Durante el verano y el otoño de 1922 Proust llevó a cabo modificaciones finales en el manuscrito de "Albertine desaparecida".
Excepto para contados contemporáneos su hermano Robert, Jacques Rivière y Jean Paulhan, este hecho habría quedado ignorado.
Gracias a un providencial concurso de circunstancias fue posible, en 1986, redescubrirlo.
Claude Mauriac, casado con una sobrina de Proust, descubrió un texto dactilografiado lleno de tachaduras y adiciones, así como páginas manuscritas de Proust, lo que cambiaba radicalmente la obra.
Su nieta, Nathalie Mauriac, se ocupó de la edición del manuscrito.
Los proustianos constatarán, con emoción, que el propio Proust deseaba que la última versión de "Albertine desaparecida" fuera más breve, más densa de la que se disponía hasta la fecha.
Mediante ciertos retoques, añadidos, supresiones, variaba el sentido del libro inyectándole estos átomos de verdad que acrecientan el rigor de una composición y le proporcionan su perfil definitivo.
Si en 1925 no le fue posible al profesor Proust editar la verdadera "Albertine desaparecida", ahora ya es posible leer la última versión de una obra mestra.
                    Excepto para contados contemporáneos su hermano Robert, Jacques Rivière y Jean Paulhan, este hecho habría quedado ignorado.
Gracias a un providencial concurso de circunstancias fue posible, en 1986, redescubrirlo.
Claude Mauriac, casado con una sobrina de Proust, descubrió un texto dactilografiado lleno de tachaduras y adiciones, así como páginas manuscritas de Proust, lo que cambiaba radicalmente la obra.
Su nieta, Nathalie Mauriac, se ocupó de la edición del manuscrito.
Los proustianos constatarán, con emoción, que el propio Proust deseaba que la última versión de "Albertine desaparecida" fuera más breve, más densa de la que se disponía hasta la fecha.
Mediante ciertos retoques, añadidos, supresiones, variaba el sentido del libro inyectándole estos átomos de verdad que acrecientan el rigor de una composición y le proporcionan su perfil definitivo.
Si en 1925 no le fue posible al profesor Proust editar la verdadera "Albertine desaparecida", ahora ya es posible leer la última versión de una obra mestra.
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