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Henri Barbusse, Russell, Wells? o Stefan Zweig, que acudió a la URSS en 1928 para participar en los actos conmemorativos del nacimiento del gran León Tosltói, fueron al país de los Soviets con el propósito de examinar de cerca a la nueva sociedad comunista.
Unos regresaban entusiasmados, otros decepcionados y, en ocasiones, advirtiendo sobre la imposibilidad de formarse un juicio tras haber recorrido tierras sin fin, durante unas pocas semanas, bajo la tutela de un guía oficial.
No fue muy distinto el caso de los intelectuales, militantes obreros y turistas españoles, entre los que sobresalen el dirigente socialista Fernando de los Ríos, los periodistas Sofía Casanova, Josep Pla o Eugeni Xammar, el catedrático Jerónimo Vecino Varona, el notario Manuel Hidalgo, el comunista Isidoro Acevedo o el cenetista Vicente Pérez Combina.
Y debido a su condición de observadores privilegiados de un acontecimiento sin igual y su habilidad para rastrear la singularidad de sus gentes, paisajes, ciudades y monumentos, sus recuerdos e imágenes sedujeron de inmediato a oyentes y lectores.
Algunos se elevaron hasta el grupo de los más notables del género.
Aunque se puede rastrear la presencia de viajeros españoles en Rusia mucho antes de 1917: diplomáticos, científicos o militares nos han dejado evocadores testimonios de un mundo tenido por lejano, misterioso y muy bello.
Una presencia que empezará a dar sus frutos en el siglo XVIII, atraerá a los lectores de las revistas ilustradas en el XIX, fascinados por el exotismo de la corte de los zares, y adquirirá visos de normalidad con el cambio de siglo, con la llegada de la revolución bolchevique.