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Guadalajara es el nuevo libro de ficción de Quim Monzó, el primero desde El porqué de las cosas. El huapango Guadalajara es la melodía que aparece -a lo lejos, apenas perceptible, casi invisible, siempre innombrada- en cada uno de estos catorce relatos paradójicos, laberínticos y febriles. La avidez y el deseo que impregnaban los libros de Monzó han ido dejando paso, paulatinamente, a la desazón. Es de esa desazón de la que, de una manera u otra, los personajes de Guadalajara intentan escapar: el mentiroso compulsivo, el examinando rebelde, el político a punto de votar, el actor en pleno éxito, el profeta desmemoriado, el hombre que habla solo, el que no para de charlar, el que no abre la boca, y esa estirpe de carpinteros que amputan el dedo anular a sus hijos cuando cumplen nueve años.

Quim Monzó explica historias -con una nitidez, un sentido del ritmo, una elegancia y una capacidad de evocación magistrales- y a la vez las interroga, las analiza y las comenta (Manel Ollé, Avui).

Estas narraciones nos acercan con exacta precisión a los ritos, las mentiras y las palabras de doble fondo que impregnan toda vida humana. Los quiebros narrativos que hacen avanzar la narración inicial, la espléndida "Vida familiar", o las espectaculares relecturas de mitos de nuestra cultura, como el caballo de Troya, Robin Hood, Guillermo Tell o Gregor Samsa, agrupadas en una de las secciones del volumen, nos traen una vez más a un Monzó que explota como pocos la capacidad de la literatura para divertir a la vez que, insidiosa y quisquillosa, nos mete algo de miedo en el cuerpo, para que no nos creamos que vivimos en el mejor de los mundos posibles (Xavier Dilla, La Cultura de Barcelona).