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Peter tiene ocho años y es hijo de un miembro no demasiado importante de la mafia irlandesa que controla los sindicatos de la construcción en Filadelfia. Una tarde en que le han dejado al cuidado de su hermana menor, un vecino la atropella accidentalmente con su coche y la mata. Peter hubiera podido salvarla si no lo hubiera paralizado el miedo al perro del vecino. En una novela en la que un crítico ha contado al menos trece muertes, ésta es la única accidental, y la que pone en marcha los inexorables engranajes de la tragedia.

El padre de Peter, enloquecido por el pesar, matará al hombre que mató a su hija, pero éste es un policía corrupto muy apreciado por los jefazos de la mafia irlandesa. Y en el denso entramado de sindicalismo, corrupción y crimen de la Filadelfia de los años sesenta, el padre de Peter desaparecerá para siempre, asesinado quizá por su propio hermano Phil, que herederá su lugar en la organización y se llevará a Petera vivir con él.

Phil tiene un hijo de la misma edad, Michael, y la relación entre ambos jóvenes se desarrollará en el curso del tiempo con la inexorabilidad de una tragedia griega, pero también oscura, ambigua y perversa como una novela gótica.